Entrevista exclusiva al nuevo titular del INTA, Juan Cruz Molina. Destaca la necesidad de “cambios culturales” en el organismo y afirma que no habrá recortes de personal.


Cuenta Juan Cruz Molina que hace poco más de un mes recibió un llamado de parte de un contacto que tenía agendado, Fernando Vilella –el secretario de Bioeconomía de Javier Milei– y si bien la conversación giró sobre el presente y futuro del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), no pensaba que la charla iba a terminar con el ofrecimiento de hacerse cargo del organismo.

La elección de Vilella, como cada paso que está dando desde que asumió, no parece ser para nada azarosa: Molina es un hombre con vasto conocimiento del funcionamiento del INTA, ya que desde 2017 hasta este año fue director del Centro Regional Córdoba del Instituto.

Pero antes de eso, tiene un largo recorrido tanto por la actividad privada como pública que lo hace un conocedor de los diferentes eslabones y pormenores que hacen a la actividad agropecuaria y agroindustrial: egresado como ingeniero agrónomo de la Universidad Católica de Córdoba (UCC), entre otros datos trabajó cinco años en la Cabaña Pilagá, una de las empresas de genética bovina más grandes del país, y fue un asesor Crea durante varias temporadas, llegando a Coordinar la Regional Córdoba Norte del Movimiento.

Productor mixto en la zona de Monte Cristo, también estuvo en las rutas en 2008, con los autoconvocados de Río Primero, protestando contra la Resolución 125; y entre 2011 y 2017 fue secretario de Agricultura de Córdoba, desde donde impulsó importantes políticas para el campo, como el pionero programa de Buenas Prácticas Agropecuarias.

Con toda esa mochila de experiencia al hombro, ahora con 52 años y 30 de experiencia profesional, le llegó el turno de encabezar el INTA. En entrevista exclusiva con Infocampo, relata cómo ve hoy al organismo, qué le pidió Vilella para esta nueva gestión y cuáles son sus planes para “un INTA adecuado al Siglo 21”.

-¿Cómo fue el llamado de Fernando Vilella para que llegues a la presidencia del INTA?
-Estaba trabajando normalmente como siempre. Recibí el llamado de Fernando, que lo tengo agendado porque nos conocemos hace años, desde que lo traje a Córdoba a algunos simposios de maíz para abordar justamente esta idea de cómo el maíz agrega valor y es un ejemplo de bioeconomía, y me dijo: “Quiero conversar con vos sobre el INTA”. Automáticamente comencé a relatarle, sin saber todavía del ofrecimiento, mi visión de hacia dónde tenía que ir el Instituto. Después terminó la conversación diciéndome: “Te ofrezco que lideres”. Esa fue la conversación inicial y después tuvimos otras en términos de diseño en las que alineamos la agenda.

-¿Cuál fue el pedido en las primeras conversaciones? ¿Qué rumbo es el que se pretende para el Instituto a partir de ahora?
– Él fue muy explícito desde la primera reunión en que fuimos con (María Beatriz) Pilu Giraudo (vicepresidenta del INTA), que asistimos con una serie de ideas y él insistió en que el INTA está para mucho, sobre todo en que sea el faro tecnológico de I+D+I (investigación, desarrollo e innovación) que marque el camino para lograr la transformación que plantea la Secretaría de Bioeconomía. En la primera conversación formal en su despacho, ese fue el título que nos puso y ese es el título que nosotros estamos instalando en cada una de las conversaciones que tenemos hacia adentro de la institución. Todo esto, en el marco del horizonte que tiene planteada la Secretaría en general de lograr duplicar las exportaciones, modificando la matriz productiva en términos de lograr certificaciones de prácticas y dar cuenta que Argentina hace bien las cosas.

– Eso sería el objetivo general, pero otra cosa es cómo llevarlo a cabo en la práctica…
– Cambiar las culturas de las organizaciones lleva procesos y definiciones institucionales; esos pequeños cambios que terminan llevando adelante una transformación. Pero el cambio no significa transformación hasta que no se convierte en hábito como comportamiento humano o de la organización que se muestra transformada. Y esto no es algo lingüístico nada más, sino lograr la transformación entendida como sucesivos cambios que muestren que tenemos un INTA adecuado al Siglo 21, que no estamos haciendo lo mismo que hacía el INTA hace 50 años. Un proceso de transformación con cambios sucesivos que den cuenta que, desde la investigación y la extensión, agregamos valor a cada una de las disciplinas y a cada una de las cadenas productivas.

– Mencionaste la necesidad de avanzar en cambios culturales, ¿a qué te referís?
– Sí, se necesitan ciertos cambios culturales en los modos de trabajo para seguir impulsando a una institución que ya tiene un excelente branding, porque INTA es una marca fuerte. Pero en la cultura organizacional, estoy convencido que hay nuevos tiempos, basados en un modelo de gestión en red, que es algo distinto a lo clásico como se fue construyendo el INTA. Un modelo interactivo de innovación apoyado en construir, colaborar, participar; en el que todos somos parte en un mismo plano.

– ¿Significa ser más horizontales en el trabajo y no tan verticales?
– Más que de vertical a horizontal, que sería simplificarlo, sería pasar de un modelo lineal a uno de red. Es lo que vengo haciendo desde Córdoba, porque en la cultura del INTA siempre fue que Pedro y Juan, pared de por medio, no se conocían, porque uno trabajaba en soja y otro en trigo. Pero el modelo agrícola de rotación es trigo-soja. Entonces el mensaje es trabajemos junto. ¿Es una gran novedad? No. Pero es parte de esos pequeños cambios que logran una transformación, más aun teniendo en cuenta que parte de la gestión de la bioeconomía es la gestión del conocimiento, y eso es compartir las ideas.
– Otro tema que mencionaste es “un INTA adecuado al Siglo 21”… ¿Qué significa eso? ¿Qué es lo que falta?
– Hay algunas cosas que necesitan modernizarse. El INTA ha sido líder en transformación digital, en el desarrollo agtech desde Manfredi, pero esos procesos hay que desarrollarlos aún más, sostener la vanguardia tecnológica. El volumen de datos que tiene el Instituto en esta era de la inteligencia artificial significa una potencia verdaderamente enorme para gestión de la información y ofrecerla como un bien público. Hay ya un camino recorrido importante, pero queda mucho para hacer, porque el que no se suba al tren de las nuevas tecnologías va a quedar afuera de las organizaciones.

– Es inevitable vincular esto con alguna crítica que ha tenido el INTA en los últimos años sobre que había un enfoque muy apuntado a la agricultura familiar o un rol más social, que la visión de “faro tecnológico” que es el nuevo lema.
– Sí. Es una conversación que venimos teniendo puertas adentro hace un tiempo y que abarca también a gestiones anteriores. Hay que recordar que el INTA desde su creación tiene un para qué y es el sistema rural en su conjunto, no el apoyo a procesos sociales, pero es algo que alguien tiene que hacer y la conversación está presente. La realidad es que hace bastante tiempo; por lo menos, dos de los últimos presidentes, Juan Balbín y Mariano Garmendia, instalaron el debate de agrandar la T del INTA. A esas T yo les agrego otras que son las de Talentos y Transformación, para dar cuenta de lo que dice la ley que creó el INTA hace 67 años y que es impulsar y vigorizar la investigación y extensión para acelerar todo lo que necesita la empresa rural.
– Otro tema que es ineludible consultar en el contexto actual en el que el Gobierno ha decidido avanzar con numerosos recortes, por ejemplo de contratos: ¿El INTA está incluido en esos ajustes?
– Yo simplifico la complejidad de la gestión en la P de pensarnos, en la persona, en el presupuesto y en la programática. En el caso de la P de personas, esta semana pudimos dar cuenta que el INTA no tuvo ningún contrato anualizado durante 2023. Las incorporaciones que hubo son las adecuadas a un organismo de ciencia y técnica que son los becarios de formación, que son profesionales recién graduados que ingresan un plan de carrera dentro de nuestra organización, todo por concurso y que dan cuenta de su proceso de formación, hasta que llegan a formar parte de la planta permanente. Demostramos que la gente que está en INTA es la que tiene que estar: desde 2018 a la fecha la planta de personal no aumentó.

– ¿Y en cuanto al presupuesto?
– Esa es una conversación que estamos esperando: ¿cuál va a ser el presupuesto que tenga nuestro Instituto? Pero igual pienso que el INTA está acostumbrado a hacer esfuerzos, a trabajar sobre la eficacia y eficiencia de los procesos productivos cuando hablamos por ejemplo de mejor riego o mejor nutrición en maíz. En INTA no se gasta plata al cohete, somos cuidadosos del dinero, porque hay tanto público como privado.

– En definitiva, entonces, se puede confirmar que no hay riesgos de recortes de personal en el INTA…
– Exacto. El INTA es tan grande como es necesario que sea.

– ¿Cuántos empleados tiene hoy en día?
– 7.000.

– Volviendo otra vez sobre tus palabras, también hiciste referencia a otro tema que suele generar polémicas: la relación público-privada. ¿Esa vinculación debe fortalecerse aún más?
– Yo estoy convencido de que la potencia de INTA se va a dar, o lo resultados se van a mostrar, cuando potenciemos aún más la relación con los privados. Algo fundacional en el Instituto es la investigación y la extensión; en la planificación estratégica del INTA siempre estuvieron esas palabras y la transferencia de conocimiento. Pero también están los componentes de las relaciones institucionales y la vinculación tecnológica, que precisamente es lo que hay que ver: cómo nos relacionamos con los demás, a quién servimos en este modelo interactivo innovación. Esa idea de que el privado me condiciona la investigación o la extensión, me parece que es una mirada muy corta en el tiempo actual. ¿Cómo te condiciona? Por ejemplo, la RECSO (Red de Ensayos de Cultivares de Soja), lo hacemos con la Asociación de Semilleros, que nos pide que los ayudemos a compararse entre ellos. Y es solo un caso, de norte a sur hay un montón. La Corporación Vitivinícola Argentina (Coviar) fue facilitada inicialmente por el INTA y fue el organismo que ayudó a las bodegas más importantes de Argentina a ser competitivas a nivel mundial. Entonces insisto: es una conversación vieja.