Según Gustavo Ferraris, especialista del INTA Pergamino, lo normal en esta época del año es registrar entre 50 y 60 kilos por hectárea de nitrógeno, y ahora se están registrando hasta 100 kilos. Cuáles son sus recomendaciones de fertilización en maíz.


Gracias a las precipitaciones registradas a principios de septiembre, la zona núcleo se prepara para una siembra de maíz de fecha temprana.

Si bien los perfiles de suelo no recuperaron los valores normales, las precitaciones permitieron emparejar la cama de siembra, rehumedecer los primeros centímetros y, frente al pronostico de un fenómeno El Niño para la próxima primavera y verano, en zona núcleo las fechas de siembra tradicionales podrían volver a prevalecer.

Basado en ese escenario, el ingeniero agrónomo Gustavo Ferraris, especialista en fertilidad de suelos, nutrición de cultivos y agricultura de precisión del INTA Pergamino, insistió en la posibilidad de maximizar el aprovechamiento de los nutrientes del suelo en esta campaña maicera.

“El hecho más saliente en lo que refiere a nutrición de cultivos, es la alta disponibilidad actual de nitrógeno en los suelos, relacionado con el antecesor tradicional de maíz, que es la rotación trigo-soja“, destacó el referente.

Para Ferraris, los niveles son muy variables, pero cuando tradicionalmente, para esta época del año, se registraban valores que oscilaban entre 50 o 60 kilogramos por hectárea de nitrógeno , este año “estamos determinando 100 kilogramos de nitrógeno por hectárea o más, lo cual permite a los productores reducir los niveles de fertilización y eso es un hecho muy auspicioso”.

FERTILIZACIÓN DEL MAIZ
En relación con la fertilización del maíz, el investigador comentó que, con un pronóstico de ciclo húmedo y de buenos rendimientos, y teniendo en cuenta que se observa una buena cantidad de nitrógeno residual, “se tiende a dividir la fertilización agregando una parte a la siembra y otra cuando el cultivo está creciendo, en un estado entre 4 a 6 hojas expandidas (V6), con el objetivo de minimizar las pérdidas por lixiviación”.

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Otro aspecto importante es que debido a que la fertilización agregada al trigo y a la soja de segunda de la campaña anterior no fue retirada ante la ausencia de cosecha, además del nitrógeno residual, también se observa en los análisis de suelo una buena disponibilidad de fósforo (P).

“En cuanto al manejo de fósforo, se encuentran actualmente valores elevados en los suelos en comparación con campañas anteriores,”, indicó Ferraris.

Al respecto, agregó: “Al maíz, al ser un cultivo sensible y de alta respuesta, es necesario fertilizarlo correctamente. El mejor esquema es el de reposición de la extracción proyectada con los granos, que está en el orden de 2,6 kilogramos por hectárea de fósforo por tonelada de grano de maíz cosechado”.



FÓSFORO, AZUFRE Y ZINC
Bajo este panorama, Ferraris recomienda la reposición a mediano plazo como práctica de fertilización.

“Lo que se está trabajando en la zona es una fertilización variable en función del potencial de cada ambiente productivo donde, por ejemplo, si el productor espera sacar 10 toneladas, agregará 26 unidades de fosforo; donde espera sacar ocho toneladas, agregará 21 kilos por hectárea y así sucesivamente”, ejemplificó.

Para completar la nutrición, y con una buena perspectiva de rendimiento, además del P y N, es necesario considerar en los planteos azufre (S) y zinc (Zn).



“Las fuentes fertilizantes que el productor elige preferentemente son mezclas físicas o químicas que contemplan el agregado de todos los nutrientes. De esta manera se logra una fertilización balanceada con los cuatro elementos: N, P, S y Zn”.

A nivel experimental, en la zona núcleo se están evaluando tecnologías que incluyen el uso de magnesio (Mg) y de potasio (K). “En suelos más degradados, las deficiencias de K son una problemática recurrente por la cual hay que agregar otros fertilizantes que aporten este elemento. Si bien aun no son utilizadas en la zona, probablemente en los próximos años su uso ira en incremento, estando la deficiencia presente en la región Litoral, sobre suelos vertisólicos”, admitió.

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TECNOLOGÍAS EMERGENTES
El INTA evalúa y difunde una gran variedad de tecnologías emergentes que constituyen alternativas sustentables de bajo costo y más amigables con el medio ambiente.

Un ejemplo son los microorganismos de suelo, utilizados como tratamientos de semilla. Los tratamientos biológicos son una tecnología limpia, de bajo costo y de buena eficiencia agronómica. De igual modo, se encuentran en auge el uso de compuestos orgánicos denominados bioestimulantes.

“El uso de bioestimulantes, principalmente sobre semilla o por vía foliar, es una tecnología que tiene como objetivo acelerar la germinación, o sea, el crecimiento inicial, y eventualmente, detoxificar metabolitos nocivos que se podrían encontrar en el suelo”, indicó Ferraris.

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Entre los organismos vivos, en el maíz, en ocasiones se realizan tratamientos de semilla con microorganismos como Azospirillum brasilense, que es un fijador de N, Pseudomonas spp, que es un solubilizador de fósforo y supresor de patógenos.

También se desarrollaron productos biológicos de aplicación foliar, como por ejemplo, bacterias que, agregadas sobre la lámina foliar, se instalan en el mesófilo de la hoja y permiten a la planta fijar N aumentando el pool de nutrientes del cual dispone el cultivo

Esta variedad de tecnologías se encuentra en su etapa de validación y ajuste y buscan satisfacer la demanda creciente de nutrientes que tienen los cultivos. “Estas tecnologías limpias, además, son tecnologías de bajo costo y de menor impacto ambiental, por eso, desde el INTA, estamos entusiasmados con su proliferación y adaptación”, concluyó el especialista.