Los suelos argentinos están entre los más fértiles del mundo, según la FAO


Con el reconocimiento de la necesidad de aumentar el ingreso de divisas, las autoridades económicas están aplicando políticas sectoriales para abrir resquicios al cepo que creado por el mismo Gobierno. Primero fue el sector de la energía y ahora es el de los profesionales que brindan servicios para empresas del exterior desde el país y cobran en dólares los que tienen excepciones.

Es una de las tantas contradicciones que presenta el país hoy porque al sector que genera más divisas por exportación de bienes le han encajonado un proyecto de ley que comenzó a elaborar hace dos años justamente para establecer políticas de mediano plazo que generen certidumbre y permitan incrementar las exportaciones y atraer inversiones y empleo. Se trata del proyecto de ley de fomento agroindustrial al que el Gobierno le agregó el prefijo “bío”, pero hace poco y nada para que avance en el Congreso.
En el Consejo Agroindustrial Argentino (CAA), que agrupa a más de 60 cámaras de la actividad, se lamentan porque no tienen novedades del Poder Legislativo, aunque ellos mantienen los contactos con legisladores para que se ponga en marcha el debate. Por supuesto que lo ideal es que no haya excepciones ni regímenes especiales, pero ni siquiera en los márgenes que establece el Gobierno se avanza en una política que podría contribuir a mejorar las condiciones de la actividad.

Según los últimos datos de Ciara-CEC, entre enero y mayo de este año las liquidaciones del agro se incrementaron un 15,2% respecto del año pasado con más de US$15.300 millones, pese a que la actual cosecha gruesa es menor que la del ciclo 20/21. Hay un incremento por la mejora de los precios internacionales. Sin hacer nada, el Gobierno se beneficia.

“La capacidad de producción de la cadena agroindustrial de nuestro país está a la vista de todos, aunque existan sectores que no lo quieran ver, pero existe además un potencial tangible que puede ser materializado y canalizado al comercio exterior en una coyuntura que se destaca por la alta demanda de lo que tenemos y podemos hacer, generando de esta manera un mayor flujo de divisas que nos permita crecer, invirtiendo, disminuyendo la pobreza y construir un país más inclusivo”, expresó la Fundación Producir Conservando en un seminario.


Las limitaciones autoimpuestas se ven en los últimos días con la agudización de la escasez de gasoil en el norte del país. En plena cosecha gruesa y de caña de azúcar, los transportistas deben enfrentar cupos y sobreprecios para cargar combustible.

Nuevamente, como ocurrió hace unos meses, la cadena agroindustrial ofrece una alternativa para sortear la crisis. “La Argentina cuenta con disponibilidad de materia prima y capacidad de producción de biodiésel para sustituir más de un millón de toneladas de importaciones de gasoil con un producto 100% de fabricación nacional”, dijeron en un comunicado Ciara y Carbio. Ambas cámaras propusieron que “se establezca por resolución de la Secretaría de Energía que, más allá del corte obligatorio vigente del 5% para pymes, las empresas mezcladoras puedan usar biodiésel hasta un máximo del 15% a través de un mercado de libre oferta y demanda”. Eso, afirman, permitiría asegurar el abastecimiento.

En un contexto mundial amenazado por la seguridad alimentaria debido a la invasión de Rusia a Ucrania, es una extravagancia que en el país se tengan que discutir medidas para que no haya restricciones en las estaciones de servicios. Tanto como lo es que una cámara empresarial como Fadeeac, que agrupa a los propietarios de camiones, tenga que elaborar un mapa con semáforos de advertencia para indicar en qué provincias hay escasez de combustible.

Estas rarezas ponen fuera de foco lo que habría que hacer para aprovechar el verdadero potencial que tiene la Argentina. Un dato reciente de la FAO sirve de ejemplo. Según el organismo internacional, la Argentina ocupa el cuarto lugar en el ranking mundial de suelos negros. Con 39,7 millones de hectáreas son aquellos “caracterizados por un alto contenido de materia vegetal descompuesta y con gran contenido de carbono y de nutrientes esenciales como nitrógeno, fósforo y potasio”. Es la base de lo que necesita hoy el mundo para ingresar en la nueva era de la bioeconomía. Y aunque el estudio de la FAO no lo menciona, se sabe que aquí hay inteligencia y capacidad de trabajo para que ese recurso natural se exprese mucho más de lo que lo está haciendo hoy. Solo habría que dejar atrás las rarezas.

Cristian Mira